EL MARAVELLI


Construida de cedro y chachajo, mi pequeña lancha rompía rítmica y velozmente las olas que se levantaban en el mar muy cerca de la tierra firme.

Debo confesar que venia satisfecho después de haber pasado la noche en Guapi, población costera del Cauca, a donde se solía ir a menudo a visitar a una amiga.

El aire fresco y frio del océano me caía deliciosamente en la cara; mis fosas  nasales respiraban hondo, sintiendo la frescura del viento marino.

En las alturas de la luna llena me acompañaba y la negra figura de la costa continental  daba un aspecto espectral y enigmático.

Hacía pocos minutos había dejado la bocana  del rio Guapi y me encaminaba por mar abierto hacia el rio Tapaje, por donde debía adentrarme para llegara El Charco. Deseaba llegar pronto a fin de alcanzar a participar en las fiestas de San Juan, patrón del pueblo y que la gente celebra alborozadamente por tradición.

La travesia entre ambas localidades costeras era de 45 minutos, por dos ocasiones realizaba semanalmente el mismo viaje y nunca había tenido el menor contratiempo.

Siempre navegaba por “fuera” para evitar hacer tantos cruces por las quebradas y esteros de la costa.
Prácticamente iba embelesado y despreocupado, cuando sin saber por que mire atrás y vaya Dios!, Allí estaba, un inmenso buque de color blanco con miles de luces de todos los colores, “habidos y por haber, que se dirigía hacia mi a unos 200 metros.

Curiosamente no había escuchado el ruido de sus motores, como tampoco los escuchaba en esos momentos. Estaba fascinado por tanta belleza, parecía un moderno edificio caminando sobre las olas, era más grande que los conocidos trasatlánticos, pero por sus luces más hermosas y llamativas.
A pesar de la oscuridad, no quise esperar que me alcanzara y acelere hasta el máximo 75 caballos del motor. Pero a un así el misterioso buque se mantenía en la misma distancia, ni me alcanzaba ni mi lancha lo dejaba, como creí que sucedería.

Miraba con miedo el buque, que minutos antes había brotado del mar sin sentirlo. En mi mente solo tenía la idea de meterme pronto al rio, pues estaba convencido que en la cinta fluvial el gran buque no lograría entrar, en razón de su enorme calado.

Recordé la leyenda del “Maravelli” o “Buque Fantasma” que según los abuelos, a bordo viajaban personas que fallecieron y que en la vida hicieron pacto con el diablo para ser ricos e influyentes en sus comunidades.
Sin embrago miraba atrás a cada rato y pude darme cuenta que estaba a cien metros , luego a 90 metros, a 80, a 70 metro a 40 metros y en esos instantes fue cuando mágicamente desapareció en la inmensa casa flotante con todas las luces.

Viene a sentir felicidad cuando mi lancha toco el primer escalón del paso principal de El Charco. Salte dando tumbos sobre la pequeña embarcación y , como alma perseguida por los mil demonios, a mi casa llegue.   

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